Antes de cumplir los diez años, el pequeño Edson Arantes do Nascimento, mejor conocido como Dico, escuchaba por radio la Final del Mundial de Brasil 1950, donde Uruguay derrotaba al anfitrión en una de las más grandes sorpresas en la historia del futbol. Edson, al ver llorar a su padre, prometió que algún día se convertiría en Campeón del Mundo.
Ocho años después, siendo apenas un adolescente, el muchacho ahora conocido como Pelé, no solo cumplió con la promesa, sino que a los 17 años se convertía en el Campeón del Mundo más joven de todos los tiempos, iniciando la historia ganadora de la que a la postre se convertiría en la Selección más exitosa del Mundo.
Para 1962, Pelé formó parte del plantel que consiguió el bicampeonato, pero las lesiones no lo dejaron destacar como hubiese querido, por lo que tuvo que esperar ocho años más para consagrarse y por azares del destino, lo hizo en tierras mexicanas.
El recuerdo del maravilloso Brasil de México 1970 no solo asombró al mundo del futbol en aquella época, sino que hoy, a 52 años de distancia, todavía seguimos recordándolo como un recital bello y perfecto, un equipo legendario liderado por Pelé, quien era capaz de desatar las más increíbles locuras, que provocó que todo a su alrededor se detuviera solo para verlo bailar samba sobre el césped del Estadio Jalisco de Guadalajara.
Pelé es quizás el máximo referente del futbol internacional; él no lo inventó, pero si lo elevó a niveles insospechados, solo El Rey podía ser capaz de aquello, solo Edson pudo lograr que una falla, se convirtiera en un ícono más recordado y celebrado que muchos goles.
Hoy, Pelé ha partido de este plano, pero su legado permanecerá eternamente, sus trazos son un tesoro de incalculable valor, porque ya lo dice la frase: «Todo lo que has visto hacer a tu juador favorito, Pelé lo hizo primero».
